jueves, 21 de mayo de 2020

DEJANDO ATRÁS LA EPIDEMIA DE LA MALA LECHE

        La creencia extendida de que la mala leche es más poderosa y da mejores resultados que la leche de la concordia es algo que hemos heredado del pasado, pero también heredamos del pasado la viruela y sin embargo la hemos superado, tal vez porque teníamos claro que era algo a superar, a dejar atrás.

La mala leche ha sido una epidemia que ha causado muchos estragos a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, ha llegado el momento de empezar a librarnos de ella.

Sin embargo no tenemos un claro diagnóstico sobre la mala lecha, sobre el empecinamiento de convertir al encuentro entre las diversas perspectivas ideológicas en una guerra y a las personas que las sostienen en bandos distintos como encarnecidos enemigos; está claro que tenemos un concepto subdesarrollado de democracia, que nace de un concepto subdesarrollado de humanidad.
        Hemos de generar una educación que muestre primero lo que nos une como humanidad y que a partir de ahí sepa hacer de las diferencias auténtica riqueza, no mero soportarnos los unos a los otros. No tiene sentido esperar a que esa educación nazca, las personas que ya la sentimos hemos de tratar de encarnarla. Algunos pensaréis que eso es poco menos que imposible entre los políticos, bien: busquemos con lupa, con microscopio si hace falta, las excepciones, y encontremos políticos "diferentes", pero también periodistas "diferentes", un periodista que sienta este potencial de nueva educación ha de convertirse también en un educador en su profesión, en su quehacer diario, no ha de conformarse con mostrar lo que hay, ha de buscar las excepciones, a las personas excepcionales, que muestren que una nueva forma de gobernar, de vivir, es posible.




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